De los 32 municipios de Huehuetenango, 24 son considerados pobres, debido a la situación en que vive la mayoría de sus pobladores.
TACANÁ, IXTAHUACÁN, HUEHUETENANGO
“Vienen a anotar nombres, pero la ayuda nunca llega”
Fabiana García es viuda desde hace siete años. Tuvo que hacerse cargo sola de sus cinco hijos, entre ellos Víctor Manuel, 32, quien requiere cuidados especiales debido a problemas neurológicos.
Sus hijas solo llegaron a sexto primaria, porque el cansancio y la falta de empleo hace que no tenga los recursos necesarios.
“Aunque nos discriminan al pagarnos menos que a los hombres, lo poco que obtenemos lo usamos para comprar maíz y frijol”, cuenta García, quien reside en Tacaná, Ixtahuacán, Huehuetenango, uno de los municipios más pobres del país.
Las familias de esta región tienen una característica en común: estar sumidas en la pobreza, y cuando logran encontrar un trabajo en el campo, su único alimento son frijol y maíz, revela un estudio del Banco Mundial y el Instituto Nacional de Estadística.
El camino de entrada es el perfecto símil al que deben recorrer para intentar ganarse la vida: tortuoso y en permanente deterioro, que requiere vehículo de doble tracción.
Al observar las primeras viviendas, construidas de adobe con techo de lámina y piso de tierra, queda evidenciada la pobreza de sus habitantes, pertenecientes a la etnia mam, y que debido a la falta de empleo emigran a las fincas durante la temporada de corte de café, pero este año la crisis en los precios del grano y la roya se han llevado esa opción.
HAMBRE SEGURA
Cruz Pérez Ortiz, 31, tiene cuatro hijos. Se sienta a la puerta de su humilde vivienda, junto a su hijo de 6 meses, a quien coloca sobre una frazada para que no se lastime.
No puede ocultar su frustración ni contener las lágrimas al afirmar que su familia está en la pobreza por falta de oportunidades y empleo.
Cuenta que fue al mercado con Q30 que logró ganar en un día de trabajo en el campo, y solo pudo comprar una libra de frijol, dos de tomate y dos de cebolla.
Por una jornada de nueve horas de trabajo en la milpa o siembra de chile gana Q20 o Q25, por ser mujer; un hombre puede ganar Q35.
Nunca pudo estudiar, y se entristece al ver que sus hijas van por el mismo camino, ya que debido a las deudas no pudo reunir Q160 que cobraban de inscripción en la escuela.
Enfatiza que cuando no hay trabajo, viven un calvario, pues un huevo cuesta Q2. Cuando se le preguntó cada cuánto comen carne, sonríe y responde que, con suerte, una vez al año.
“Nos sentimos tristes cuando amanece y no tenemos que comer, porque los niños piden, ¿y si no hay?”, comenta.
Con la voz entrecortada, se queja de que el Gobierno los tenga abandonados, ya que no están incluidos en los programas sociales.
Agregó que sienten que muchas personas se han aprovechado de su pobreza. “Llegan a las comunidades a anotar nombres y tomar fotografías a cambio de ayuda alimentaria, pero la ayuda nunca llega”, critica.
Roselia Simón Hernández, 19, tiene año y medio de casada. Vive en una covacha de nailon, con techo de lámina. Una colchoneta sirve para amortiguar el frío piso de tierra.
Señala que, para ella, la historia de pobreza solo ha cambiado de lugar, pues antes de casarse vivió con sus padres numerosas carencias, y ahora que formó su hogar el camino está cuesta arriba porque, para empezar, necesitan una casa formal, pero lo poco que gana su esposo no alcanza más que para comprar alimentos.
Simón Hernández expresa que desearía para las mujeres de Ixtahuacán oportunidades de superación, pero en su hogar no tiene electricidad ni agua entubada.
El agricultor Francisco Felipe Gómez explica, mientras fumigaba su milpa, que cuando se tiene terreno se aprovecha al máximo para sembrar maíz. Aunque la cosecha depende de las condiciones del clima, es un aliciente saber que habrá unos dos quintales para llenar la necesidad algunos días. Su vivienda quedó dañada por el terremoto, pero la ayuda ofrecida por las autoridades nunca llegó. “Ni siquiera nos quedó la opción de ir a cortar café, porque no agarraron gente este año”, dice.
CIFRAS REVELAN PRECARIEDAD VITAL
40 índice de desarrollo de Alta Verapaz. La capital tiene .70.
5.87 personas por hogar viven en zona rural de Huehuetenango.
89.58 porcentaje de población rural que vive en pobreza en Alta Verapaz.
71.35 porcentaje nacional de población que vive con indicador de pobreza.
TOTONICAPÁN
Familias solamente comen una vez al día
Angélica López, de 33 años, vive junto a sus ocho hijos en Pamaría, Santa Lucía La Reforma, una comunidad ubicada a solo 20 kilómetros del área urbana de Totonicapán. Ella enviudó hace tres años, y desde entonces se dedica a labores agrícolas para llevar algo de comida a su hogar.
López cuenta que su esposo murió hace tres años y ella tuvo que tomar las riendas del hogar para mantener a los ocho hijos que habían procreado, y desde entonces se dedica a la agricultura.
Refiere que cuando tiene suerte gana Q20 diarios, a veces menos, por sus tareas en el campo, y con eso compra alimentos para sus hijos, pero sabe que los Q500 o Q600 que suma al mes son insuficientes para nutrirlos bien.
Lo usual es que coman solo una vez al día. El menú incluye chirmol de tomate y tres tortillas para cada uno.
Paja y paredes de madera y lepa son los materiales de la vivienda. Todos duermen en camas hechas con tablas, sostenidas sobre piedras. “El suelo es muy frío”, dice.
La pobreza que afronta esta familia obligó a una de las hijas mayores de López a migrar a la capital, en donde trabaja en una tortillería, y mensualmente les manda algo de dinero.
La escasez corta sus esperanzas, pues no puede enviar a los niños a la escuela. Su sueño es que lleguen a básicos o se gradúen de diversificado, pero la ilusión se diluye porque los establecimientos de esos niveles se ubican lejos de su comunidad.
SIN AYUDA SOCIAL
“Desde hace cinco meses no ha llegado la ayuda de los programas sociales, porque al parecer depuraron al grupo de beneficiarios y no se por qué razón ya no nos incluyeron”, asegura.
María de López, madre de Angélica, vive cerca, y a su edad se ve obligada a trabajar en agricultura.
Manuel Ixcoteyac, también originario de Pamaría, tiene ocho hijos. Trabaja como jornalero por Q30 diarios. A menudo solo comen un tiempo.
“Es urgente que las autoridades visiten nuestra aldea y se den cuenta de la situación en la que vivimos”, expresa Ixcoteyac.
Juan Calel, anciano de la comunidad, explicó que la aldea la componen 500 familias, que viven en extrema pobreza porque no hay trabajo.
Las comunidades más afectadas por la pobreza y la pobreza extrema son Pamaría y sus parajes, y los cantones San Luis Sibilá, Ichomchaj, Gualtux, Chiguán y Oxlajuj, que distan 40 kilómetros del área urbana.
El 86 por ciento de la población rural de ese municipio obtiene ingresos menores o iguales a Q500 mensuales.
Édgar Domínguez
SAN JUAN COTZAL, Quiché
Tortillas con frijol y sal es la comida más frecuente
Las esperanzas de salir adelante se diluyen para miles de familias del área rural de San Juan Cotzal, Quiché, pues por tareas agrícolas únicamente ganan entre Q200 y Q700 al mes, con lo cual deben cubrir todas sus necesidades.
La población considerada en situación de pobreza abarca unas 34 comunidades, las cuales representan el 73.3 por ciento de las 45 que tiene ese municipio.
San Juan Cotzal tiene 29 mil 239 pobladores, de los cuales 10 mil 560 viven en extrema pobreza; 12 mil 116 en condición de pobreza, y solo seis mil 563 tienen alguna posibilidad económica, según datos del 2012 proporcionados por la Dirección Municipal de Planificación.
Esa instancia señala que el 39.12 por ciento de la población vive en extrema pobreza, y el 41.44 por ciento, en pobreza, lo que revela que actualmente 81 de cada cien habitantes son pobres.
Los vecinos de San Juan Cotzal que tienen terrenos propios suelen cultivar maíz, frijol y banano, pero la venta se dificulta porque no hay caminos formales para transportarlos a los mercados.
Felipe Raymundo, de Xeputul 2, expresó: “Aquí no ingresan vehículos, y para llevar mis productos a la plaza de San Juan Cotzal debo cargarlos y luego pagar Q100 por el flete. Si vendo todo, gano Q50 a la semana, con lo que trato de comprar algo de comida, pero es insuficiente”.
Ante la pobreza, varias familias deben conformarse con compartir una escudilla con chile y tortillas.
Pedro Pacheco Carrillo, de Buenos Aires, explicó que en esa comunidad a menudo las familias se desintegran, ya que los padres de familia migran a fincas de la Costa Sur, en busca de trabajo.
“La base de la alimentación son tortillas con frijol o sal. En un buen mes, lo que más ganamos son Q700”, dijo Pacheco.
Las viviendas son, en su mayoría, galeras de tablas, con piso de tierra.
El alcalde Baltazar Cruz Torres explicó que la situación es difícil, porque solo reciben Q1.2 millones al mes de aporte constitucional, que deben servir para las 45 comunidades, de las cuales 28 no tienen servicio de energía eléctrica.
Actualmente, su única esperanza es que los Q2.2 millones al año que recibirá la comuna por la hidroeléctrica Palo Viejo sirvan para impulsar proyectos de desarrollo.
Óscar Figueroa