La Menorá, el candelabro de siete brazos de oro, que estaba ubicado en el gran Templo de Jerusalén, fue encendida por primera vez en el Santuario, por medio de Aharón HaCohén.
Justamente en la Parashá de esta semana, la Tora hace referencia acerca de este tema. Pero lo interesante es que la Tora en esta oportunidad, no Menciona el término “prender” o “encender” el candelabro, sino que se expresa con la palabra, Behaalotejá que signinifica “elevar”. El famoso comentarista Rashí explica sobre esto, que el encargado de prender la Menorá, debe asegurarse que la llama este bien prendida y tomada a la mecha, de manera que prenda y se “eleve” por si misma, por ello utiliza el término “elevar”.
En realidad, contrariamente a lo que podríamos creer, la Menorá no estaba allí para iluminar el espacio físico del templo, sino mas bien tenía como objetivo, iluminar espiritualmente la oscuridad del mundo material y “elevarlo” con su luz espiritual.
Hoy en día, lamentablemente no tenemos el Templo y tampoco la Menorá y carecemos de esta luz espiritual que irradiaba el Candelabro. Sin embargo, todavía es posible iluminar espiritualmente al mundo desde la Menorá del Santuario personal que tenemos todos, dentro nuestro.
En Mishlé dice el versículo: “la vela de Di-s es el alma del hombre”. Cada uno de nosotros tenemos un alma espiritual, que es una poderosa llama, que con su luz, ilumina la oscuridad reinante en el mundo.
A pesar que el candelabro lo encendían los Cohanim, sin embargo la Halajá dice que podía ser encendido por cualquier judío, aun no siendo un Cohen.
Esto nos indica, que no necesariamente debemos ser grandes líderes espirituales para encender la Menorá, podemos y debemos ser cada uno, generadores de luz espiritual en el mundo.
Esta tarea, por supuesto comienza en primer lugar con nosotros, pero también se extiende a nuestros semejantes. Todos en algún momento y de alguna manera tenemos la oportunidad de ayudar espiritualmente a alguien en un momento de necesidad. Con una buena palabra, un buen consejo o sencillamente una sonrisa, podemos inspirarlo para que salga de alguna situación que lo tiene angustiado. Se trata de utilizar nuestra llama espiritual, para prender la de los demás y estar con ellos hasta que logren retomar fuerzas, elevarse y así tener la energía necesaria para iluminar al mundo por si mismo.